viernes, 10 de julio de 2015

Nuevas y viejas formas de la autoridad docente

El pasado miércoles 1° de julio fui invitada como parte del equipo del CENDIE (Centro de Documentación e Información Educativa) a la jornada de capacitación para bibliotecarios y docentes por los 50 años de la Biblioteca pedagógica "Juan Mantovani" del CIIE de Lincoln. En ese marco cerré la jornada leyendo un texto personal  sobre formación de lectores adolescentes, cultura Tic y escuela. En el momento de las preguntas y comentarios finales una colega me preguntó si,  con las netbook en el aula, el docente “no perdía un poco el control de la clase”. Otra vez el viejo  tema docente de querer controlarlo todo o de pensar que lo podemos hacer. Y el tema del control, lleva a la cuestión de la autoridad docente. A raíz de ese rico intercambio, recordé estas reflexiones y por eso las comparto.  Este texto tiene ya algunos años pero confío en que sigue siendo actual en cuanto permite pensarnos. La segunda parte, la continuidad de estas reflexiones debe ir por el lado de pensar qué cambia entonces con la introducción de lo digital en el aula. Por ahora dejo este texto como forma de empezar a tirar de las preguntas...

Algunas reflexiones en torno a la autoridad docente con motivo del film "Entre muros"
(…) Una educación que se conecte con el cuerpo y los sentimientos sin pensarlos solamente como ámbitos a dominar o  doblegar
DUSSEL, Inés.

Toda clase supone para un profesor/a una complejidad importante a [1] –sostener la clase cuando nadie ha traído el material o se muestra poca o ninguna predisposición al trabajo, transformar en ‘tiempo real’ esa apatía inicial en una clase en la que ellos, los alumnos,  puedan aprender algo, resolver un conflicto, como uno de esas discusiones que se presentan en el film entre Khoumba y el profesor Marin, en las que uno se ve envuelto aún contra su voluntad, y que derivan luego en lo que retrata  la escena final de la esecna,  la impotencia y frustración del profesor ante su propio accionar frente a  cómo resuelve la situación; la prueba de esa contradicción y la idea de lo que expongo a continuación- me parece está en la frase -“pero cuando haces una tontería no puedo mirar para otro lado, ¿no crees?”, al profesor no le convence su accionar, le fastidia tener que pedir el cuaderno de comunicados  (nuestro libro de actas) pero sabe o siente que debe hacerlo, que no puede dejar las cosas así, a la vez que intenta justificar o fundamentar su actuación frente a su alumna (cuestión que por otra parte no lo conduce a ningún lado, porque lo que Marin busca –yo he buscado-es que Khoumba acepte el argumento, que lo entienda como algo lógico). A la luz de Entre muros e parece interesante para repensar los viejos modos de autoridad puestos a jugar en nuevos marcos y para nuevos sujetos, nuevos adolescentes[2]. Esa tensión, esa oscilación tan reconocible para los que intentamos forjar formas más democráticas de autoridad entre estos ensayos y las viejas normas y regulaciones tan a mano y tan ‘naturales’ al universo escolar, que ofrecen los modelos tradicionales –y que están almacenadas en al memoria e incluso interiorizadas como formas de autoridad es la que como docentes nos atraviesa a cada paso. Intentar imponer acciones del tipo apagar las celulares, quitarse las gorras, obligar a reverenciar  al adulto poniéndose de pie entre muchas otras implica, desconocer que la sociedad se ha transformado[3], desde lo económico, lo tecnológico, lo cultural e institucional y que estos cambios necesariamente repercuten en las relaciones pedagógicas, en los vínculos entre docentes y  alumnos, o por lo menos debiera llevar a pensarnos como –tal como si fuéramos ‘recién llegados’ como plantea Graciela Montes(MONTES: 2001)- reconstruir  o rearmar los vínculos con nuestros alumnos, desde dónde ejercer nuestra autoridad en la clase. Frente a este contexto de época coincido con Montes en que “(…) tenemos que pensar en lo que hacemos. No (…) sentir vergüenza por las contradicciones (…).Debemos sincerarnos y proceder a dotar de mayor significación –de un nuevo sentido- a nuestros modestos quehaceres” (MONTES, 11). Entonces, en nuevos contextos, con adolescentes distintos, con una escuela distinta, las viejas normas y regulaciones necesariamente pierden sentido. Es cierto que cuestionar las viejas certidumbres, salir de posiciones adulto céntricas, desacralizar las figuras adultas nos coloca, como docentes, en lugares no tan ‘seguros’ y supone correr ciertos riesgos, pero por qué no apostar a “(…) la confianza como hipótesis sobre la conducta futura del otro. De una autoridad dispuesta  a asumir riesgos, por alguna situación imprevista, por algo y en especial por alguien. Una especie de apuesta  que consiste (…) en la posibilidad de no inquietarse por el no control del otro y del tiempo”[4]
Escena del film Entre muros (2009)
Existen distintas maneras de saludarse, de entablar un diálogo con nuestros alumnos, la tecnología –me refiero en este caso al celular y lo que su uso o portación como objeto genera en cuanto a debate en la escuela- es un cambio ya instalado y hasta regulado, en las instituciones, la gorra es en muchos ámbitos sociales una elemento más de la vestimenta, incluso un elemento de identificación y diferenciación[5] frente al otro, ¿por qué entonces la insistencia por ejemplo en que se quiten la gorra[6] en clase cuando realmente no estamos convencidos de que eso vaya a hacer que nuestros alumnos aprendan mejor?. Esa noción de autoridad, la que nos dice  lo que debe o no hacerse en la escuela, es una voz interior que nos mandata  a actuar de esa manera frente a cada situación, aún cuando intuitivamente sabemos que eso generara mas roces, que no es lo que queremos hacer, etc. Nuestra responsabilidad como sostiene Inés Dussel  (DUSSEL: 2010, p.13) en tanto educadores no es cumplir mecánicamente un mandato, sino analizar cuál es la transmisión cultural que debe tener lugar,  con qué contenidos y con qué formas de autoridad la llevaremos a cabo. Creo que la cuestión central está en que, en lugar de ampararnos en los cómodos  preceptos y regulaciones tradicionales debemos “(…) Tratar los controles como si fueran proposiciones y no axiomas, dándole sentido a las normas que regulan las relaciones entre los sujetos (…)” [ (Brener: 2009, p.8). Es decir, crear formas más plurales y democráticas de ejercer la autoridad, a la vez que se otorgan nuevas significaciones a las normas ya existentes.
Escena del film Entre muros (2009)

No obstante, se trata aquí de repensar las formas de autoridad mediante una reafirmación de la posición adulta, sin caer en la falta de autoridad, en un “vale todo” que termina por desconcertar más de lo que aporta a la construcción de nuevas formas de vinculación; porque, siguiendo a Dussel, en una sociedad en crisis en relación con la autoridad a muchos niveles uno sólo puede reafirmarse, transgredir, rebelarse contra un marco. Entonces si se trata de recuperar o reponer un autoridad docente perdida o en crisis es pensando desde qué otro lugar podemos hacerlo sin recurrir a la restitución del Orden y las viejas normas (muy funcionales por cierto a otra época y contexto) que hallaremos algunas claves. Porque, y en esto coincido ampliamente con Dussel, el docente, sigue teniendo un gran poder sobre sus alumnos, sigue siendo para ellos, en un mundo inestable, un adulto referente.
Para concluir, creo que es en esos intentos por construir formas de ejercer la  autoridad y el poder de manera mas democráticas cuando se habilitan esas ocasiones de las que habla Brener[7], donde se da lugar a la voz del otro: el profesor Marin pidiendo a sus alumnos que escriban sus  autorretratos y hablen de sus sentimientos, sus sensaciones, aún cuando ellos piensen que lo que escriban no será ‘tan apasionante como lo de Anna Frank’.En un mundo estallado, inestable, ‘liquido’[8] invitar a que cada uno construya su propio cosmos, despliegue en el tiempo su experiencia, es tender un puente para auxiliar en la construcción de otros mundos posibles, para hacerse un sitio, para ayudar a fundar sus propias significaciones. Y, la lectura y la escritura pueden con la mediación del vínculo con un docente facilitador de ocasiones, de espacios, de palabras, ayudar en esta construcción. Habilitar entonces las Ocasiones, lo que es muy distinto del “porque te lo digo yo”.







[1] Aclaro desde el inicio que me he sentido fuertemente identificada con todo ese ánimo de clase representado en el film; identificada con ese esfuerzo por sostener, por ‘seducir’, por atraer todo el tiempo,  porque no te digan ese día, a poco de empezar la clase, como dice Antelo hoy seguí participando. Y por supuesto, por la cuestión que aquí se reflexiona, de las contradicciones internas que se le juegan a uno como docente a la hora de resolver situaciones conflictivas y de poner en escena la autoridad.
[2] Como sostiene Brener (2009) las infancias y adolescencias son construcciones históricas y por tanto, la relación con el mundo adulto cambia en cada época y contexto.
[3] Estas transformaciones culturales, que han trastocado muchos órdenes que parecían inquebrantables y que nos dejan esa sensación de incertidumbre- están también muy bien desarrolladas en el articulo de Graciela Montes: (2001) "Mover la historia: lectura, sentido y sociedad". En: Simposio de Lectura. Fundación Germán Sánchez Ruipérez. (Madrid, noviembre de 2001), p.8-9.
[4]BRENER, Gabriel (2009). “Pensar entre muros”, en www.sadop.nethttp://www.sadop.net/notas.php?mon=877&id=4836, [fecha de consulta, julio de 2010].
[5] Hace poco menos de un año trabajaba en una escuela con chicos en contextos difíciles donde el uso de la gorra  (o ‘visera’, como preferían llamarle ellos - ya que la ‘gorra’ era en su vocabulario identificable con la policía) era parte de su modo de vestir y de su ser, intentar –como lo hacían algunas preceptoras, docentes por pedido de la directora o propia convicción- que se quitaran la gorra en la clase implicaba (alguna vez entré en ese ‘tira y afloje’ sin sentido y sin convencimiento porque era una norma de la escuela según se había planteado en la reunión de inicio del ciclo escolar, a lo que luego desistí por propio convencimiento y porque además era muy contundente el “pero por qué no podemos tenerla puesta, si escuchamos igual” o cosas por el estilo de mis alumnos).
[6] Otras situaciones pueden ser: “sentáte derecho/a”, “levántate para saludar”, “pedí disculpas con convicción” (en el fragmento), “el pelo suelto, no” (en un colegio privado), entre otras.
[7] “(…)La ocasión abre el tiempo, lo fisura, dando lugar a que allí se construya sentido, se fabrique mundo, que es algo imprescindible para el humano” (Brener, 9).
[8] En el sentido de Zygmunt Bauman.


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