La literatura sirve porque no sirve. ¿Qué hay de la vuelta a
la “literatura en valores”?
“(…) Los corrales cambian de sitio, se modifican, se
disimulan, pero están”
GRACIELA MONTES.
Obra del artista plástico Emilio Arano |
De
un tiempo a esta parte vengo escuchando aquello de la “literatura en valores”, en distintos
ámbitos y sostenido o repetido por distintas personas. Un escritor muy conocido
del campo de la LIJ, a quien no mencionaré, dijo por ejemplo, hace unos meses atrás en el marco de un
seminario que: “hay escritores que critican la literatura en valores, bien, yo
soy un defensor de esa literatura”, sin explicar a qué se refería. Tiempo
después una amiga que escribe, con intenciones de publicar, me dijo que ahora estaba de moda la literatura
en valores, el hecho de hablar de temas sociales y políticos y que sus obras
para niños no iban para ese lado y que
era eso quizás lo que le obstaculizaba el hecho de publicar. Entonces charlamos
esto de que si la escritura, quiero
decir, la historia misma lleva a un escritor/escritora a que su obra tenga un contenido
un escenario o un trasfondo de tipo social o político, o a tratar sobre algún
valor (la libertad, la bondad, la belleza,
lo justo), o si es una decisión contar la historia desde esa perspectiva, no veíamos
nada de malo en ello. Pero a mí, la cuestión de la literatura en valores me
resuena desde otro lugar. No puedo dejar de asociar lo que vengo escuchando, aunque
no sea más que en clave de rumor –y en este sentido, invito a sumar
voces, puntos de vista, pareceres- con la educación en valores. No sé si lo que
el río trae tiene que ver con esto (estoy siguiéndole la pista) , pero ¿con qué tiene que ver entonces? En todo caso
no es malo adelantarse, hemos ganado mucho terreno en este sentido, luego de la
vuelta de la democracia como para no parar
las antenas ante algo que no suene aunque sea mínimamente a un intento de cercamiento,
de plantar un corral, de cercenar la frontera indómita de la que habla Graciela
Montes.
Recuerdo
que yo misma en mis primeros pasos en la docencia (con apenas veinte años) compré,
cuando alguna situación me superaba, una pila de esos libros que por aquella
época se llamaban todos parecidos “Educar en valores”, “Cómo ser un docente que
educa en valores”, “Los valores y la escuela” (nota aclaratoria: no googlear títulos,
son inventados, excepto creo, el primero, al no poder chequearlo con los
libros, que fueron víctimas del expurgo en mi última mudanza). Sólo algún
tiempo después (experiencia después), y metida de lleno en la cancha como se
dice, advertí la falacia.
¿Para qué una
literatura sobre valores?, y en todo caso, ¿sobre qué valores? ¿Los tuyos, los míos? ¿los
de mi comunidad, mi grupo de pertenecia, mi religión, mis creencias? ¿Quién asegura, quién o quiénes seleccionan qué valores están representados
en esas historias? Me huele a mercado. Y reeditadas formas de domesticación. La
literatura sirve, precisamente, porque no sirve. Sirve porque es inútil. Porque detrás está también la lógica de lo útil,
de que, lo que leo o aprendo, tiene que servir para algo en el sentido más pragmático
del término. Dice María Teresa Andruetto (2009) que "...lo humano es la posibilidad de acceso al exceso, es la
posibilidad de acceso a lo superfluo (...). Y cuenta: Cuando estaba en México, en un
proyecto de ayuda a sobrevivientes del terremoto, un niño que había estado tres
días debajo de escombros, cuando salió dijo que quería leche calentita y fideos
con manteca en lugar de decir que tenía hambre. La literatura, el arte forman
parte de eso superfluo, lujoso y por eso tan profundamente humano. Posibilitar
(...) un modo de inclusión que busca no sólo la satisfacción de una necesidad
sino también el exceso, el traspaso del límite de lo estrictamente necesario
hacia la gratuidad de lo que no siendo indispensable,
lo humano requiere (...)".
Fotografía de André Kertész |
Porque pienso también en aquello de que la escuela es a veces el único lugar
donde un niño o niña, un adolescente, puede encontrarse con el libro, con la
literatura. Entonces, en este caso, de una situación de carencia inicial, de recorte
ese chico pasa a un segundo recorte, a una segunda carencia que se agrega, a una selección de lo que es bueno, de lo
que conviene que lea.
La literatura desborda
Hay que defender el
derecho al exceso, porque eso es la literatura: desborde, siempre. Y si se deja encerrar en cápsulas para ya no es literatura, será otra cosa, pero no literatura.
Porque cuando se le agrega cualquier etiqueta en forma de adjetivo a la palabra
“literatura” está operando ya un recorte, un cercamiento, una censura, un “para...”. En su ya clásica obra Cara y Cruz de la literatura infantil,
María Adelia Díaz Ronner llamó la atención sobre las diversas formas en que, desde
la escuela, se colocaba a la literatura
al servicio de prácticas formativas de diversos órdenes: ético, psicológico, psicopedagógico
y en el peor de los casos el normativo. Ella hablaba de “prácticas de
servidumbre”, de “tutelajes” y de “intrusiones” de otras disciplinas en el
campo de la literatura infantil, mencionando que una de las variantes más actualizadas
de estas intrusiones es la del “discurso de los valores” en literatura, de la “literatura
con valores” y del curriculum basado en los “valores”. Hoy más que nada esas intrusiones provienen del mercado editorial, o de cierta parte del mismo. Entonces, hay que estar muy
atentos al didactismo, a ese ejercicio de lenguaje autoritario del adulto sobre
el niño. La literatura, lo sabemos, no
tiene nada que ver con el didactismo ni con la moral. Y hay que defender sobre
todo a la literatura dirigida a los niños de estos intentos, de estos embates (y no por subestimar a nuestros niños, sino
por el contrario, porque son ellos,
los “intrusos”, quienes los subestiman).
En
esta literatura “el peligro es el vacío, el crecimiento desmesurado de la
nada” (Andruetto, 2009). Y la literatura
–y la escritura- tiene que ver con una exploración
y una experiencia intensa con la palabra, con algo cercano a la vida. En todo
caso, un texto “sirve” no cuando parece decirnos “por acá, por favor”, sino cuando nos invita a
múltiples lecturas y recorridos, a volver a él uno y otra vez. “La literatura es un instrumento privilegiado
de intervención sobre el mundo” por lo tanto, ponerla al servicio de
ciertos valores es una de las tantas maneras de reducirla, de sujetarla, de
acorralarla.
Estas
reflexiones son apenas una invitación a pensar. Ya veremos si es verdad eso de que
si el río suena…
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