Colegios
que matan (I)
El pasado viernes estaba en un local y
mientras esperaba que me atiendan, por
una de las dos pantallas pasaban, sin
más, entre llamados de turno de depilación y manicuría, las imágenes
desgarradoras de una madre desbordada antes el suicidio de su hijo adolescente.
El titular decía algo así como “Víctima
de bullying, cae del piso once. Habría
dejado una carta explicando los motivos.” Desde el viernes, imágenes, titular e
indiferencia me persiguen. Hoy googleando para leer con más detenimiento la
noticia advierto que aparece sólo
en dos diarios online (uno de la
provincia de Chaco y el otro se trata de Minuto.com) y escribiendo en el buscador específicamente
la noticia más el nombre de otros periódicos de mayor repercusión nacional google sólo recupera caso de suicidio por
bullying de años anteriores: 2011, 2012, etc. De lo cual se puede hacer una
doble lectura: por un lado, el silencio acerca de la violencia y el acoso escolar-cuestión sobre la
que ya venía alertándose años atrás- sigue instalado y por otro, esta noticia
en particular, el hecho sucedido en Nuñez, pasó totalmente desapercibido.
Demasiado grave para que eso suceda. Quizás
el acoso no haya sido es el motivo, pero en principio así lo testimonian esas
dos escasas fuentes en las que aparece reflejada la noticia. Y pensé que,
después de todo, qué importa si ese no fuera el motivo –que, en todo caso,
sabemos que el acoso escolar es endémico y epidémico en la escuela – un
suicidio adolescente es de por sí igualmente terrible como para no hacernos
ninguna pregunta. Y hablando de preguntas, lo peor, como siempre, era la
pregunta -¿único interrogante del cual somos capaces los adultos?- que pasaba
cada tanto, alternando con el terrible titular, en la noticia: “¿cómo detectar
si tienen problemas?”. Y a mí se me ocurrió pensar que no se trata de que si el
adolescente tiene o no problemas puntuales… ¿a qué me refiero? La adolescencia
es uno de los períodos más dolorosos que atraviesa un ser humano, no hace falta
tener un problema; ser adolescente es estar sometido a un
vaivén emocional enorme ( por si no nos
queda claro, recordémonos adolescentes). Como dice María Teresa Andruetto, a quien precisamente venía leyendo, la
adolescencia se trata de “migrar de un mundo a otro y vivir lleno de
faltas en el tránsito”. El tránsito que implica de dejar la infancia para pasar
a la adultez. Y en una de las notas (que
les comparto debajo de esta entrada porque es muy interesante) que encontré
buscando la noticia de Nuñez leo lo que dice el psiquiatra Juan Vasen: “la experiencia del
acoso es siempre muy dolorosa. Pensemos que en el proceso de socialización de
los chicos, en un momento los pares toman en parte el lugar que antes ocupaban
los padres. Pasan a ser figuras muy importantes, y si ese traslado implica una
relación despótica, el dolor es tremendo. El rechazo es vivido con la misma
intensidad con la que se viviría un rechazo de parte de los padres. La sensación
de fracaso es total". Más allá de la
mención en esta nota, les recomiendo especialmente la lectura de Juan Vasen. Por eso creo que por terrible que
sea el tema, por complejo para afrontarlo, aunque los adultos nos veamos hoy en
día también atravesados por situaciones
de violencia, somos responsables. Graciela Montes decía en “La infancia y los
responsables” que “cuando se enuncian los
derechos del niño o la prensa se escandaliza por situaciones de abuso, maltrato
o abandono infantil, suele saltearse el capítulo de las responsabilidades”.
Imagen tomada de la web. |
Creo igualmente que padres, maestros, profesores, Estado deberíamos
empezar a tomar nota de esto y trabajar
seriamente en las aulas, a nivel familiar, con políticas de estado preventivas serias. En
lo que me toca, me refiero al colectivo en el que me muevo, del que formo y me
siento parte, soy una convencida de que los docentes no podemos seguir dando
“los contenidos” como si tal cosa mientras la violencia subterránea en el aula
arrasa con nuestros adolescentes (y a veces nada subterránea, totalmente a la vista). Y digo esto en el
momento exacto en que, un libro escrito por un profesor de escuelas secundarias
bonaerenses en que relata su “odisea” diaria por sobrevivir a los
alumnos, al sistema, que habla del simulacro
del aprendizaje diario en las aulas (¿y no hay, me pregunto, acaso otros
simulacros más nefastos, más terribles para nuestros alumnxs en el día a día de escuela, en cada aula?) y de la,
según él mismo docente, demagogia de inclusión, está difundiéndose como reguero
de pólvora las redes. No es este el momento de profundizar en esta cuestión,
pero volveré sobre el tema. Tampoco los padres pueden
seguir sin hacerse ninguna pregunta acerca de su hijo adolescente: si cambio de
hábitos, si está triste, si se encierra horas y horas, dgo más allá de lo que
sabemos normal y típico en esa etapa. Ni los medios pasar la noticia como un
hecho más y adosar una pregunta de autoayuda al estilo “¿cómo saber si les pasa
algo?”. Podemos,
como adultos, pensar qué queremos hacer podemos como adultos elegir no
saltearnos el capítulo de las responsabilidades. Siempre se puede empezar.
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BIBLIOGRAFÍA MENCIONADA:
ANDRUETTO, M.T.(2015) La lectura, otra revolución. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
MONTES, G. (2001). "La infancia y los responsables". En El corral de la infancia. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. VASEN, J. cita extraída de la nota: "Bullying, la ley del más fuerte" (Nota del diario La Nación).
Del mismo autor, recomiendo:
VASEN, J (2014). Las certezas perdidas. Padres y maestros ante los desafíos del presente. Buenos Aires: Paidós.
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