jueves, 9 de julio de 2015

Colegios que  matan (I)

El pasado viernes estaba en un local y mientras esperaba que me atiendan,  por una de las dos pantallas pasaban,  sin más, entre llamados de turno de depilación y manicuría, las imágenes desgarradoras de una madre desbordada antes el suicidio de su hijo adolescente. El titular decía  algo así como “Víctima de  bullying, cae del piso once. Habría dejado una carta explicando los motivos.” Desde el viernes, imágenes, titular e indiferencia me persiguen. Hoy googleando para leer con más detenimiento la noticia advierto que  aparece sólo en  dos diarios online (uno de la provincia de Chaco y el otro se trata de  Minuto.com) y escribiendo en el buscador específicamente la noticia más el nombre de otros periódicos de mayor repercusión nacional  google sólo recupera caso de suicidio por bullying de años anteriores: 2011, 2012, etc. De lo cual se puede hacer una doble lectura: por un lado, el silencio acerca de la  violencia y el acoso escolar-cuestión sobre la que ya venía alertándose años atrás- sigue instalado y por otro, esta noticia en particular, el hecho sucedido en Nuñez, pasó totalmente desapercibido.
Demasiado grave para que eso suceda. Quizás el acoso no haya sido es el motivo, pero en principio así lo testimonian esas dos escasas fuentes en las que aparece reflejada la noticia. Y pensé que, después de todo, qué importa si ese no fuera el motivo –que, en todo caso, sabemos que el acoso escolar es endémico y epidémico en la escuela – un suicidio adolescente es de por sí igualmente terrible como para no hacernos ninguna pregunta. Y hablando de preguntas, lo peor, como siempre, era la pregunta -¿único interrogante del cual somos capaces los adultos?- que pasaba cada tanto, alternando con el terrible titular, en la noticia: “¿cómo detectar si tienen problemas?”. Y a mí se me ocurrió pensar que no se trata de que si el adolescente tiene o no problemas puntuales… ¿a qué me refiero? La adolescencia es uno de los períodos más dolorosos que atraviesa un ser humano, no hace falta tener un problema;  ser adolescente es estar sometido a un vaivén  emocional enorme ( por si no nos queda claro, recordémonos adolescentes). Como dice  María Teresa Andruetto,   a quien precisamente venía leyendo, la adolescencia se trata  de “migrar de un mundo a otro y vivir lleno de faltas en el tránsito”. El tránsito que implica de dejar la infancia para pasar a la adultez.  Y en una de las notas (que les comparto debajo de esta entrada porque es muy interesante) que encontré buscando la noticia de Nuñez leo lo que dice el psiquiatra Juan Vasen:la experiencia del acoso es siempre muy dolorosa. Pensemos que en el proceso de socialización de los chicos, en un momento los pares toman en parte el lugar que antes ocupaban los padres. Pasan a ser figuras muy importantes, y si ese traslado implica una relación despótica, el dolor es tremendo. El rechazo es vivido con la misma intensidad con la que se viviría un rechazo de parte de los padres. La sensación de fracaso es total". Más allá de la mención en esta nota, les recomiendo especialmente la lectura de  Juan Vasen. Por eso creo que por terrible que sea el tema, por complejo para afrontarlo, aunque los adultos nos veamos hoy en día también  atravesados por situaciones de violencia, somos responsables. Graciela Montes decía en “La infancia y los responsables” que “cuando se enuncian los derechos del niño o la prensa se escandaliza por situaciones de abuso, maltrato o abandono infantil, suele saltearse el capítulo de las responsabilidades”.

Imagen tomada de la web.

Creo igualmente que padres, maestros, profesores, Estado deberíamos empezar  a tomar nota de esto y trabajar seriamente en las aulas, a nivel familiar,  con políticas de estado preventivas serias. En lo que me toca, me refiero al colectivo en el que me muevo, del que formo y me siento parte, soy una convencida de que los docentes no podemos seguir dando “los contenidos” como si tal cosa mientras la violencia subterránea en el aula arrasa con nuestros adolescentes (y a veces nada subterránea,  totalmente a la vista). Y digo esto en el momento exacto en que, un libro escrito por un profesor de escuelas secundarias bonaerenses en que relata su “odisea” diaria  por sobrevivir a los alumnos, al sistema, que habla del simulacro del aprendizaje diario en las aulas (¿y no hay, me pregunto, acaso otros simulacros más nefastos, más terribles para nuestros alumnxs en el día  a día de escuela, en cada aula?) y de la, según él mismo docente, demagogia de inclusión, está difundiéndose como reguero de pólvora las redes. No es este el momento de profundizar en esta cuestión, pero volveré sobre el tema. Tampoco los padres pueden seguir sin hacerse ninguna pregunta acerca de su hijo adolescente: si cambio de hábitos, si está triste, si se encierra horas y horas, dgo más allá de lo que sabemos normal y típico en esa etapa. Ni los medios pasar la noticia como un hecho más y adosar una pregunta de autoayuda al estilo “¿cómo saber si les pasa algo?”. Podemos, como adultos, pensar qué queremos hacer podemos como adultos elegir no saltearnos el capítulo de las responsabilidades. Siempre se puede empezar.
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BIBLIOGRAFÍA MENCIONADA:

ANDRUETTO, M.T.(2015) La lectura, otra revolución. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
MONTES, G. (2001). "La infancia y los responsables". En El corral de la infancia. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 
VASEN, J. cita extraída de la nota: "Bullying, la ley del más fuerte" (Nota del diario La Nación).
Del mismo autor, recomiendo:
VASEN, J (2014). Las certezas perdidas. Padres y maestros ante los desafíos del presente. Buenos Aires: Paidós.





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