martes, 14 de julio de 2015

Cuando el miedo al libro es de los mediadores: de censuras, autocensuras y cercamientos.

¿Tenemos los adultos miedo a algunos libros?  Más precisamente, ¿miedo a que ciertos libros lleguen a manos u oídos de nuestros chicxs?¿A qué le tememos en realidad? Meses atrás, cursando un seminario sobre infancias y literatura, en el momento de análisis de textos literarios por grupos dos colegas señalaron que “no le leerían esos cuentos a sus alumnos”, “menos a mis hijos” agregó la otra persona. Los cuentos en cuestión eran (pero podían haber sido otros) Caramelos de fruta y ojos grises y Un soberano en harapos, ambos de Liliana Bodoc. La primera historia relata la posible desaparición (¿secuestro?) a la que están expuestos  los niños que deambulan solos por las calles largas horas y la segunda nos devuelve la imagen de un niño que mira de afuera un “festín” al cual no ha sido –ni será-  invitado. Ambas historias muestran una infancia desamparada, una infancia que cotidianamente nos roza pero que nos cala quizás poco, en el apuro de nuestras vidas. Aunque es cierto que, aún con una belleza poética como sólo Bodoc puede lograr, los cuentos no dejan de  ser duros… se suscita un breve intercambio: termino por preguntar que dónde viven sus alumnos, porque aunque ella nos les lea  el cuento, esos niñxs existen y están en la calle, más allá de Bodoc. 

Imagen tomada de la web
Primera reflexión: entonces lo que da miedo, lo que perturba ¿se lee en reductos académicos, en seminarios que nos permiten capacitarnos, engrosar nuestros CV pero está claro que la experiencia no pasará de esas cuatro paredes, de un intercambio entre colegas, de un excelente análisis grupal, complementado por los aún más brillantes aportes de la docente a cargo, y todos felices y contentos porque ese día nos sensibilizamos leyendo sobre la infancia en peligro? Me llevo a casa, en la cabeza, en el  cuaderno de apuntes, en el corazón –en el mejor de los casos- libros que conocí gracias al seminario pero que nunca daré a conocer a mis alumnos, a mis lectores; no,  no los compartiré con ellos. Demasiado fuertes. Edulcoremos la literatura, entonces,  alejemos a los niños y niñas de los otros niños.
Otro tipo de miedo es el del “efecto contagio”. La vieja idea decimonónica de que la lectura enferma, de que el lector actúa en espejo respecto de sus lecturas.  En  el marco de una visita a una biblioteca escolar de una escuela primaria de la ciudad de La Plata,  charlando con la bibliotecaria me sorprendo al oírla decir, mientras me muestra los libros-álbum que llegaron:ah, pero hay uno que está censurado” y ante mi asombro y  mi “¿Cómo, cuál?” me cuenta. Se trata del libro No es mi cola[1], me dice que  aunque desde el principio la historia fue bien recibida por los chicos, quienes se divertían con el libro, pero ante la advertencia de una docente de la escuela la directora “lo sacó de circulación”, sobre todo para evitar problemas con los padres.  No es mi cola presenta  a un niño, Joaquín que va descubriendo las cola de los animales (tiburón, pájaro real, etc) y para que les son útiles. Al final la escena presenta al padre y a Joaquín hablando sobre la “colita” del niño.  Si hasta acá el relato es llamativo  el mismo se completa cuando la bibliotecaria me cuenta: “la directora dijo  que, encima el que habla (se refiere a la última página del libro) es el padre y se puede entender para cualquier lado, pero que si la que habla con Joaquín hubiera sido la madre no sería tanto”. Tirando de este hilo van apareciendo otros casos. “Con La Mosca pasó lo mismo”, dice. La mosca, de Gusti,  es un libro- álbum donde la historia narrada se va develando de a poco, se cuenta un día en el que una mosca decide darse un baño y termina de la manera menos esperada[2]. Jugando con el humor escatológico y con la perspectiva tanto en la ilustración como en la voz, esta historia permite a los lectores ir construyendo el sentido y hacer un trabajo junto con el escritor[3]
Libro "La mosca", de Gusti

En  escuela no quisieron que se lea el texto de Gusti, argumentando que se trataba de un texto grosero. Y así, la lista sigue por ejemplo con el libro- álbum Rey y Rey. Segunda reflexión: no se puede ser alpinista si se tiene miedo a las alturas. De la misma forma, un mediador cultural, un promotor de lectura, cualquier persona interesada en acercar a niñxs y adolescentes a los libros debería ejerce una vigilancia epistemológica…pero sobre sí misma.  La literatura no puede proveerse en cápsulas, es puro desborde. Y es necesario estar dispuestos, muchas veces,  a tomar el desafío del caos y la incertidumbre. Dejar atrás el miedo al libro, miedo disfrazado de falsos cuidados hacia la infancia. Dice Perry Nodelman en Todos somos censores: “Las suposiciones acerca de la naturaleza infantil que están soterradas bajo la mentalidad censora continúan ejerciendo un gran poder. En otras palabras (…); los niños pueden continuar siendo niños sólo mientras los adultos censuren sus percepciones acerca del mundo adulto”. En estos  casos de censuras, autocensuras y cercamientos no hay más que miedo a los libros, al poder  de la lectura para hallar sentido, pero que para hallarlo precisamente debe antes atravesarse lo caótico, lo perturbador, el desborde. María Adelia Díaz Ronner metaforiza la literatura para niños como una gran aldea, la  aldea literaria de los niños, un territorio siempre susceptible de querer ser perimetrado, cercado, limitado para controlar a la infancia. Sin embargo, nos dice, por las callejuelas y pasajes de esta aldea  circulan distintas formas de contrabando discursivo que entran en conflicto con las  maniobras de control y prohibición ejercida por el poder de los adultos. El desafío es entonces “hacer sonar otras voces emergentes de los textos, desestigmatizar esa noción de idiota trasparencia que acarrea lo infantil y empecinarse en descifrar  el tiempo real que respiran sus discursos literarios”[4].Desde esta mirada, los mediadores convertirse en indiscutibles puertas de entrada a la literatura (DÍAZ RONNER, 2011). O, si hablamos de aldea perimetrada, en puertas de salidas, en puentes hacia el desborde propio de la literatura.







[1] No es mi cola es de Carla Baredes e Ileana Lotersztain, Ediciones Iamiqué (colección Sueños curiosos, colección de libro de ciencia dedicada a los más chicos).

[3] “La historia se va develando poco a poco, y lo que parece estar contando al inicio se va transformando a medida que giramos cada una de las páginas. Sigue una estructura de mamuska, que sorprende paulatinamente al lector (…). Este libro dialoga con otras dos joyas de la literatura infantil: El libro apestoso (FCE), de la británica irreverente Babette Cole, y Del Topito Birolo (…)así como también con algunas canciones del multifacético Luis María Pescetti, quien ha creado "excelsas y eruditas" piezas musicales como : El moco, Moralidad de Juancito Tirapedos y Somos puercos(Mónica Klibanski, Disponible en: http://portal.educ.ar/debates/contratapa/recomendados-educar/la-mosca.php).
[4]  DÍAZ RONNER, M.A. (2011). La aldea literaria de los niños. Problemas, ambigüedades, paradojas. Córdoba: Comunicarte.

2 comentarios:

  1. Gabriela ¡que bueno este post! justamente en estos días, cuando andamos con Los libros que muerden por aquí y por allá, nos preguntamos e invitamos a preguntarse, cuáles son los censores hoy, cuáles son los modos de censurar. Y vamos interpelándonos y reconociendo los propios miedos, los tabúes, las decisiones que hacen que un libro llegue o no a los lectores. Directivos, docentes, bibliotecarios, libreros, editores, adultes que direccionamos lecturas y tomamos decisiones sobre los gustos lectores, bajo una supuesta protección. En fin, que esto es un ejemplo más de que revisar el pasado es necesario para un mejor futuro, con más libertad y autonomía ¡gracias!

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  2. Flor! qué necesarios son esos lugares para la pregunta, para pensarnos, nuestros miedos y tabúes.Una a veces es ingenua y piensa que ya no hay censura en relación a los libros, a los temas, a las edades, pero no! nada de eso...y sí claro mientras más nos observemos, nos preguntemos más espacio le gana la libertad al "este sí, este no" (la supuesta protección)...gran aporte a esta tarea el de Los libros que muerden, en vacaciones visito la muestra, abrazo y gracias por el comentario, por lo rico de tus palabras!

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